lunes, 28 de noviembre de 2011

El camino al Cielo

"La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedrita sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y a remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo (...), lo malo es que a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación del otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia (...) se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato"


Cantores de ocasión: Crecer, Attaque 77

viernes, 25 de noviembre de 2011

Milonga del peon de campo

De Atahualpa Yupanqui, interpretado por Jorge Cafrune.
Si se te pone la piel de gallina, es tu responsabilidad...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Un pueblo mas

La hora de la siesta es sagrada, nadie rompe ese rito obligatorio, nadie lo discute. ¿Quién se atrevería a despertar a todo un pueblo dormido? En ese lapso de 2 a 3 horas el hospital queda sin pacientes, la iglesia sin fieles y el “Chevallier” sin pasajeros. Hasta los perros elijen dormir antes que pelear o disputar el cariño de su amo…
Así como la siesta, hay otras ceremonias incuestionables, e incluso implícitas. La misa del domingo, el mate a la tardecita, la cervecita en el club.
Constituido en gran parte, por inmigrantes europeos en urgente búsqueda de calma y de tierra, y algunos ascendientes aborígenes también desterrados, lleva marcada a fuego la impronta del dolor de la guerra.
Las calles asfaltadas están sólo en el centro y la iglesia, frente a la plaza. Los cascarudos caen como piedras y los sapos se amontonan en el zaguán. Los grillos arrullan a la hora de dormir y los gallos nunca llegan tarde al concierto matutino.  
Los inviernos congelan mas que en cualquier lugar, y los veranos sofocan. El girasol y la soja rodean todo y las vacas ingenuas suben al camión sin resistencia.
Ningún hombre lo es por completo si no posee un arma de fuego y en cada casa rige el dominio patriarcal, muchas veces violento, para marcar la autoridad masculina. Reñir con el pueblo vecino, emborracharse y pelear los sábados por la noche, y no ser demasiado hospitalario con los visitantes ocasionales, para demostrar la “dureza” del pueblo, son algunas costumbres allí practicadas. Los padres garantizan la hombría de sus hijos llevándolos a “debutar”, para asegurarse un porvenir sin sorpresas indeseables.
Los niños se enamoran de la seño y las niñas juegan a ser buenas amas de casa. Las amas de casa sueñan con otra vida…
El patrón se compra “el cero” y el peón sigue con su fiel caballito que a pesar de una vida entera de trabajo sigue tirando. El delegado se encarga de garantizar que se cumpla la voluntad del intendente, a quién nadie conoce, y el intendente se encarga de garantizar el bienestar del chacarero que ha invertido en esas pampas sus billetes prolijamente ordenados.
A pesar de que el tiempo se olvidó de avanzar, los viejos parecen más viejos. El futuro siempre está en otra parte. Los jóvenes lo buscan en otros lugares, porque el futuro efectivamente, se olvidó de prometer allí…
Siempre se ven las mismas caras. La vida privada se convierte en pública, y la única manera de enamorarse es para siempre. No valen otras maneras de amar que no sean la heterosexual y la monogámica. La familia y la iglesia son instituciones incuestionables y creer en otro dios que no sea el cristiano es un buen motivo de desconfianza y de aislamiento social.
Los muertos se velan con solemnidad, y se entierran con pena. Una vez al mes la visita al cementerio es casi obligatoria.
La tierra es fértil y las raíces se agarran con mucha fuerza.
Raíces que están bien aferradas, arraigadas. Un pedazo de historia, un pedazo de vida de algunas generaciones.
Las reglas, casi estáticas, no se cuestionan. Por el contrario, se reivindican, se perpetúan.
El pueblo está allí, paciente, quieto. El pueblo siempre espera…


Música de ocasión: Pueblo Blanco, de Joan Manuel Serrat